Las amapolas, las mimosas y la flor del almendro.
Por eso cuando llega el momento del año, que suele ser a principios, en el que los almendros empiezan a florecer cojo mi cámara y voy allí donde hay alguno para sacarles fotos.
Siempre es una bonita sorpresa porque cuando menos te lo esperas, un árbol que hace unas semanas estaba dormido revive y se llena de flores de un día para otro.
Este año la sorpesa llegó un día de enero cuando fui a tirar la basura.
Allí estaba, un hermoso árbol lleno de flores blancas como nunca había visto antes.
Como en ese momento no tenía la cámara a mano volví al día siguiente y pude sacar algunas fotos.
Mientras sacaba las fotos había un olor maravilloso, no me extraña que hubiese más de una abeja dándose un festín de polen.
Este árbol fue de los primeros en florecer en el pueblo.
Pasados algunos días el resto de árboles también lo hicieron y el campo se veía precioso.
Y son estos últimos de los que hace algunas semanas cuando fui a la piscina del pueblo, pude coger almendras.
Un consejo por si alguna vez cogéis almendras: cuanto más abierta y seca esté la cascara verde que la envuelve, mejor. Si no, os podéis dejar las uñas intentando quitársela.
Ahora tengo tantas almendras que aparte de tomarlas en crudo o tostadas voy a buscar recetas ricas para poder aprovechar este regalo de la naturaleza.
Ya por hoy me voy despidiendo que tengo que regar las flores.
Espero que tengáis un feliz fin de semana.
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